Ab imo pectore —¿Y usted por qué está aquí? —preguntó el hombre de gris al hombre de verde. —Por robar…
Categoría: Románticos
Al acabar el otoño – primeros capítulos
Dos protagonistas, Alonso y Gema, descubren el amor indistinta e individualmente a temprana edad. Les deja una profunda huella que marcará el devenir de sus respectivas vidas. Los idealizan como único deseo para compartir sus vidas en un futuro.
Sus vidas se mantienen separadas por la edad, género y círculos sociales. No obstante ambos jóvenes buscan la persona ideal que forjaron. Lo hacen separados, no se conocen ni saben de sus existencias. Sin embargo el destino se entromete. Provoca un encuentro para descubrirles que son la viva imagen e ideal que tiempo atrás concibieron.
Desde ese momento mezclarán en sus vidas realidad y ficción. Su relación será controvertida por la interferencia de algunos hechos que evitarán corroborar sus mutuos sentimientos.
Sombra de luz de luna
Ella apareció con el mismo vestido blanco que llevaba el día en que nos conocimos. El cabello castaño suelto, y la sonrisa reflejada en cada uno de sus poros. Aparcamos y entramos al restaurante. Ella colgada de mi brazo, yo azorado, tras ver como los comensales mayoritariamente hombres, posponían cuanto hacían o hablaban en ese momento, para reposar sus miradas sobre María del Mar. No era para menos, aquel día parecía más bonita que nunca. No abandonaba su sonrisa, que me dedicaba cada paso. Mirándome con aquellos ojos verdes claros que me atravesaban. Tras acabar el almuerzo abandonamos el restaurante y como ocurriera al entrar, de nuevo todos los hombres fijaban su mirada en ella. En el recorrido parecía como si el tiempo se ralentizase y tardásemos más de una hora en llegar a la salida…
Fue sin querer
Comenzó a chispear. A punto estuve de parar un taxi y regresar a mi casa, que no hogar, faltaba un elemento especial para serlo. Espera un poco más, acaba lo que empezaste —me dije— y así lo hice. Caminé rebasando la antepenúltima marquesina del bus. Me acerqué con paso decidido a la siguiente parada, ahora que la lluvia comenzaba a caer desprovisto de paraguas. En ese momento y como último recurso, estaba dispuesto a tomar el bus hasta el centro e intercambiar a la línea que me llevaría a casa. Crucé la avenida hacia la parada de inicio.
Lo eres todo para mi
Durante unos instantes, concatenados con otros, escribimos sobre la noche de Ávila una sinfonía de pasión. Fuimos los autores, decidimos sin acordarlo previamente, que tendría cinco movimientos. El Presto, ya iniciado. Más tarde el Adagio con ternura, sin voluptuosidad, solo con las caricias que ambos nos regalamos cruzando nuestras miradas asociativas, de cómplices. Más tarde recuperamos un tercer movimiento, Menuetto allegreto, con más cuidado sin la vehemencia del Presto, disfrutando del desarrollo sinfónico de la pasión. Breve espacio entre éste y el siguiente, iniciamos un cuarto movimiento, Finale Presto. Aquí si se oyeron trompas, trombones y percusión. Sin dejar la sinfonía ni un solo momento, pasamos con inmediatez al último movimiento, Finale molto vivace. Después la orquesta guardó silencio, solo se oyó un pequeño rumor escondido en nuestras mentes de amantes, unos pequeños aplausos como si un público fantasma y ausente, hubiera decidido apreciar la calidad de la sinfonía y la interpretación orquestal.
El breve espacio
Paso una y otra páginas, me revuelvo en el sillón, no puedo olvidar que él suele ser violento y tierno, no habla de amores eternos, más se entrega cual si hubiera sólo un día para amar. No puedo permitir sus incursiones en mi mente, me distrae, me obliga a rememorar la noche a su lado, sus caricias, su silencio y nuestra única discusión. La recuerdo como si hubiera sucedido ayer. Fue un sábado, ese día no trabajé. Abrió la puerta sin que lo advirtiera, no hizo ruido. Se acercó despacio, posó sus labios en los míos. Lo hizo hasta despertarme. No dejó de besarme.