Comenzó a llover antes de que pudiera llegar a mi casa. Los cabellos están empapados, igual que las zapatillas de caminar y los pantalones. Subo hasta la segunda planta, abandono el característico olor que produce la lluvia después de muchos días sin caer y lo hace sobre tierra, plantas y flores secas agostadas. Advierto un aroma distinto, hoy huele a ángel, casi lo había olvidado. Abro la puerta y a lo mejor, influido por el aroma, me deshago de la ropa y el calzado. Tras secarme y cubrirme con otra ropa, me siento frente a la pantalla y teclado del ordenador. Pulso el texto de la novela Cália. Se abre. Busco las últimas páginas. Creo que por fin encontré el final. Tal vez así me libere de la presión y agonía de no volver a verla.
… Al salir del edificio, sentí una horrible sensación, ser fruto de una estafa cultural que no alcancé a comprender, como tampoco que Cália leyera todas mis novelas, las criticara y desapareciera tan misteriosamente como apareció. Siento profundamente el vacío tan enorme que me ha dejado. Lo asumo, sin embargo, en mi fuero interno no lo admito. Creo que no dispongo de la capacidad necesaria para comprender lo que me ocurrió.
Categoría: Románticos
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