Ya lo sé, todos tenemos rutinas en esta época. Algunas son molestas, incluso para nosotros sus creadores. En ocasiones incluso realizamos verdaderos esfuerzos por saltarlas, evitarlas, renovar esas actividades diarias que colman los vasos de la paciencia. A veces por conducirnos a una constante repetición, a una y otra vez, a siempre lo mismo. Sin embargo, personalmente disfruto cada día de una maravillosa rutina.
Hablar o comentar de mi puede resultar una pedantería. Lo lamento y pido disculpas de antemano. Mi rutina diaria, especialmente en estas fechas en que me veo sumido en el obligado confinamiento me produce una satisfacción increíble. Veréis los pasos que doy.
Paso 1. Mantengo la obligación de levantarme cada mañana a las 7, despejar la cara con agua fría seguido de otras acciones que obviaré por innecesarias. Preparar una cafetera diaria con un estupendo café en grano natural de Colombia recién molido, que irá irremediablemente a una taza roja; obsequio de mi amada Susana hace ya catorce años, añorada por mi corazón y mi cerebro; prometí reunirme con ella allí donde esté. Mientras tanto una barra pequeña de pan, de masa madre, fabricada por una estupenda panadera de Alfacar, se tuesta en una «carmela» a la espera de recibir una o dos cucharadas de tomate natural aderezado con un diente de ajo y una cucharada de jengibre en polvo, y como corona un chorro de aceite de oliva virgen extra.
Paso 2. Una ducha regeneradora y paso a vestirme con lo que llamo uniforme de trabajo. Un viejo pantalón vaquero, una camisa y unas zapatillas cómodas.
Paso 3. Enciendo el ordenador, ahora el personal, el de mis obligaciones laborales, está confinado también lejos de mi domicilio junto a los libros almacenados, al que no accedo desde hace tiempo por motivos de actualidad sanitaria. Veo portadas de periódicos digitales sin detenerme en esas noticias alarmantes que provocan escalofríos e intento alejarme de ellas por repetitivas. Hasta hace poco tiempo me detenía varios minutos, recientemente he decidido no superar cinco leyéndolos.
Paso 4. Para mi el más interesante e ilusionante, os los describiré. Detrás del monitor aparecen dos altavoces y un mando para el volumen. La música es algo esencial, aunque a veces, quizás por alta sensibilidad que me dan los años, hay obras que me provocan eso que llamamos «carne de gallina», incluso se asoman unas lágrimas si lanzan las notas del concierto de piano «Emperador» de Beethoven, el de clarinete de Mozart, o el de chelo de… No sigo, son muchas las obras escuchadas que me emocionan sobremanera. En la pared, de izquierda a derecha, sin pretensiones políticas por supuesto, aparecen una serie de imágenes y recuerdos. Una, la más reciente refleja el momento exacto en que volví a jurar la bandera de mi país en la base aérea de Armilla, Granada. Debajo un recuerdo de un viaje a Brasil, una matrícula metálica en amarillo, de Copacabana, Rio de Janeiro. En segunda línea una creación gráfica de mi amigo Javier dando formato al nacimiento de la revista que acaba de cumplir cinco años Solo Novela Negra. Inmediatamente una composición regalo del mismo amigo con motivo de mi más cercano cumpleaños y debajo, una foto con el gran autor literario y amigo, Juan Madrid. La tercera fila la componen una foto de mi hijo Víctor de niño vestido con el uniforme de su equipo de futbol, previo al partido que celebró en el mini estadio del Barcelona F.C. Le sigue un certificado acreditativo de mi apadrinamiento de un pingüino en Punta Descubierta, Antártida, de la XXXII campaña del Ejército Español en la base Antártida «Gabriel de Castilla» a quien puse el nombre de Gloria. En la cuarta línea tres fotos, la primera rosa que cultivé en la terraza de mi vivienda de Alpedrete, Madrid. Le siguen dos fotos más, una de Gloria y otra de Susana. Quinta línea una gran foto de amapolas de Alpedrete. En el último posicionamiento una composición fotográfica de tres rostros de Gloria con una dalia de Zamora y el calendario con el mes actual.
Todos esperan con paciencia a que mis ojos se posen en ellos cada mañana y cada noche antes de iniciar el descanso obligado que no los niego.
Hay una razón importante para esa maravillosa rutina, tengo una maldición, no puedo olvidar. Tampoco necesito demostrar nada a nadie, siempre quise decir lo que siento en el momento preciso. Hoy es uno de ellos.
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