LA DESAPARICIÓN
Me propongo contarles con algunos detalles, lo ocurrido durante este año. Pese a vivir la casi totalidad de los hechos, dudo mucho que acabe como a mí me hubiera gustado. Generalmente se espera un final agradable, feliz, satisfactorio. Espero que la providencia se porte bien.
Mi nombre es Cárdel Sertio, tengo treinta y dos años. Permanezco soltero y trabajo en… bueno, tengo una ocupación que me satisface plenamente. Vivo en una zona apartada de todos los centros de atracción de la megalópolis conocida como Nuevo Madrid, a unos sesenta kilómetros aproximadamente de lo que hace años se conocía como kilómetro cero. Dispongo de un vehículo y viajo con más frecuencia de la que debiera.
Si me entretengo dándoles detalles que no les apetece leer, simplemente pidan a su Id-ox [1], pasen la página del libro o sáltenla si están escuchándolo, depende del medio utilizado.
Todo comenzó en el verano de 2035, un martes a media mañana.
En los últimos cinco días había dormido cubriendo mi cuerpo una mahalt-ox [2]. La temperatura nocturna bajó hasta los 9ºC pese a que el verano apareció con quince días de antelación. Los termómetros de la zona donde vivo no sobrepasaron los 21ºC. Sin embargo, ayer, pese a presentir que haría fresco y sacar del armario ropero una prenda de abrigo suave, para ponerla sobre la camisa azul de manga corta, el sol comenzó a calentar de manera desconocida y preocupante.
Agradecí el aumento de calor por dos razones. La primera, porque no me gusta ir cargado con prendas a lo largo del día. Regresé a casa para dejarla. La segunda, supongo que más importante; al menos eso creí en esos momentos; porque me permitió recibir un envío personificado [3].
Cuando a punto estaba de meterme en el nuevo modelo de coche, recientemente entregado por la empresa para la que trabajo, uno de los nuevos servidores privados de correos, se acercó hasta la puerta, sacó el port-ox, lo situó frente a mi cara, esperó unos segundos y después de comprobar que el envío era para la única persona a quien podía entregarlo, lo abrió y me entregó su contenido.
Desplegué mi Id-ox, puse la guía sobre el cuadrante superior y una vez extendido, los conectores de sonido por ondas a mis oídos, mencioné: Apertura. Soy Cárdel Sertio. Adelante. Enseguida apareció la figura de un hombre joven de aproximadamente 35 años que comenzó diciendo.
Me llamo Suom Berte, hermano de Vínan Berte que fue compañero tuyo en la universidad. Es posible que me recuerdes. Me atrevo a enviarte este port-ox, por desconocer tu dirección, en la seguridad de que tus conocimientos en el área que ambos estudiasteis, sirvan para descubrir lo que encierra el contenido del libro titulado Strabo. Tal vez te parezca extraño, pero no puedo mostrártelo, desapareció con mi hermano, y desconozco detalles de su contenido.
Desde hace dos años aproximadamente en que me mencionó su compra, se produjeron en su vida unos cambios que no alcancé a comprender. Más tarde sospeché que tal vez el libro tuviera algo que ver con ello. Me hablaba entusiasmado de él. Anteriormente cambió su trabajo por otro similar en una gran empresa.
Desconozco si seguiste manteniendo relación con él, no obstante, sabrás que era introvertido, conformista y conservador. Amante de la tranquilidad, los paseos, el estudio de su materia predilecta, y de su trabajo en una de las numerosas granjas polifuncionales situadas en áreas locales extremas de Nuevo Madrid. Nunca llegué a verle con amiga, amante o novia alguna. Se limitaba a trabajar, pasear y sobre todo leer. Ahorraba cuanto podía para conseguir aumentar el número de volúmenes de su biblioteca de papel. Sin embargo, en los últimos tiempos, su vida cambió incomprensiblemente.
Generalmente hablábamos cada dos o tres días vía Id-ox. En alguna ocasión almorzamos juntos, incluso pasé con él algún fin de semana dando extensos paseos por los alrededores de su casa. A partir de Febrero de 2033, casi nunca permanecía en ella, las comunicaciones digitales con su nueva casa no estaban activadas y aún menos si lograba conectar con su Id-ox. La mayoría de las veces mantenía la misma respuesta automática: No accesible, el receptor niega comunicación.
De repente mi hermano no cesaba de comportarse de manera extraña. Inició una escalada de salidas con mujeres más o menos famosas. Incluso llegué a verle en algún noticiario de esos que aún se mantienen vigentes, sobre la vida de algunos personajes indeseables que venden su conciencia por algunos créditos.
El amigo que conociste estaba sufriendo un rotundo y extraño cambio, fácilmente identificable. Sin duda alguna existía una dualidad en él, una especie de Ying y Yang. No era el mismo. De la noche a la mañana se interesó por el dinero y desconozco como logró cifras importantes, ya que compró una casa en una zona residencial de Nuevo Madrid, además de una segunda al norte del país, donde aún quedan árboles, supongo que con un costo elevadísimo.
Me mantuve alejado ya que ni se dejaba ver. Creo que cambió su físico, sometiéndose a operaciones de estética, según mencionó en una ocasión. Tampoco era amante de los vehículos, sus desplazamientos los hacía en medios públicos y alternativos no contaminantes, y por último y lo más dispar e incomprensible de su personalidad, se despidió de la empresa para la que trabajaba y fue contratado por otra, donde según tengo entendido ocupa un puesto de responsabilidad.
Lamento darte esta noticia, pero dudo que los miembros de seguridad interior estatal a quien acudí después de transcurrido un tiempo se interesen en la búsqueda de mi hermano. Se por comentarios directos suyos, que eras su mejor amigo. Si puedes ayudarme a encontrarle te lo agradecería, mis carencias físicas me impiden hacerlo personalmente. Mi dirección figura al final del port-ox, solo tienes que responder si estás o no interesado. Mi Id-ox estará siempre abierto para ti.
Saludos cordiales. Suom Berte.
Escuché y vi el mensaje dos veces. No alcanzaba a comprender el comportamiento de Vínan. Hacía mucho tiempo que no nos veíamos, ni manteníamos apenas contactos. Tan esporádicos que no recuerdo el último. Tampoco que pudo haberle ocurrido, como su hermano comentaba. Decidí ayudarle.
Como mi trabajo no estaba supeditado a presencia física, opté por volver a mi casa de nuevo. Rebusqué entre los archivos y recuerdos, saqué algunas notas y preparé un archivo con toda la información que tenía de mi antiguo amigo y compañero de universidad. Al acabar me comuniqué con Suom anunciándole necesitaba verle para trasladarle personalmente mi opinión, y acercarnos juntos a las casas de Vínan. Debía hacerme una idea globalizada de cuanto le rodeó hasta entonces. Quedamos en vernos en una vetusta cafetería situada en el antiguo centro del antiguo Madrid, antes de convertirse en lo que ahora es.
Subí al coche, comuniqué la dirección y minutos después me dejaba en los aledaños de lo que antes fue, creo recordar, el cine Palacio de la Música en plena Gran Vía del viejo Madrid. Bajé del vehículo y segundos después desapareció para localizar un espacio donde esperar aparcado, hasta reclamar su presencia a través del Id-ox. La posibilidad de que mi VTP[4] estacionara cerca era materialmente imposible.
De inmediato conecté el localizador y caminé hacia Suom. Estaba sentado junto a la barra, bebiendo un brebaje verde de un recipiente transparente cerrado casi herméticamente. Antes de pasar a la cafetería tuve que atravesar el arco de seguridad. La información analizada sobre mi pasaría inmediatamente al Id-ox, de esa forma conocerían y revisarían mi estado de salud. Los controladores del establecimiento reflejan si estoy o no contaminado por alguna bacteria o virus, o en su caso porto algún arma prohibida. Me permitió acceder y fui a su encuentro.
—Me alegra mucho saber que estás dispuesto a ayudarme. Gracias, Cárdel.
—No tiene importancia. Seguro que él también lo haría por mi si hiciera falta.
—Tal y como estaba los últimos dos años, lo dudo.
—Yo no voy a beber nada, así que si terminas, podemos marcharnos ahora mismo. Visitaremos sus casas, porque supongo tendrás acceso a ellas ¿no?
—Yo también lo supongo, aunque tengo dudas.
—¿Por qué lo dices?
—No lo sé. Es posible que haya cancelado la autorización. Lleva mucho tiempo fuera y ya conoces a las autoridades, respecto a las viviendas vacías.
—De todas formas, lo intentaremos.
Suom ordenó a su VTP recogernos a la puerta de la cafetería. Poco después emitía las siguientes para viajar hasta la primera de las direcciones conocidas de Vínan.
En esta época no existen atascos como los que se producían antes. Mi nivel de autorización es suficientemente alto como para tardar menos de diez minutos en llegar.
Debo advertir que los niveles para viajar se establecen, desde hace años, en virtud de diferentes parámetros concedidos por la Autoridad Estatal responsable de la coordinación del multitransporte. Los vehículos quedaron establecidos en tres tipos. Los VTPR (Vehículo de transporte público rápido) VTP (vehículo de transporte privado) y VTO (Vehículo de transporte oficial).
Luego están las variaciones sobre los transportes de mercancías y suministros en sus diferentes modelos, los VTPM. Estos circulan siempre en un corredor paralelo especialmente diseñado en los diferentes niveles existentes.
Personalmente me parece correcto, aunque discriminatoria la concesión de los niveles para viajar dentro de áreas definidas por el Estado. En primer lugar y sobre el nivel 1, el más cercano a la superficie, circulan los VTPR. Por encima y subiendo la escala, otros niveles. En último lugar y volando por encima de los edificios, los VTO, el conocido como nivel + 7. Los diferentes niveles para los privados, son conseguidos por los ciudadanos en base a los abonos o cargos obtenidos como premios o sanciones a la forma de conducir, y sobre todo al número de accidentes o infracciones de tráfico. Se escalan y logran dichos niveles superiores, merced a nulas incidencias durante un determinado tiempo. Solo desde que obtuve un VTP autogobernado, sin que tuviera que conducir, me concedieron superar el nivel 6. A medida que subes de nivel, los atascos son menores, los problemas y accidentes también. Abajo en el nivel 0 solo los peatones podemos pasear por cualquier calle sin miedo a los atropellos. En el primer nivel inferior los otros transportes públicos rápidos.
Volveré a lo que nos ocupa para no detenerme con detalles poco importantes.
Suom y yo llegamos a la dirección de Vínan. Una vivienda unifamiliar cercada por una tapia acabada en una especie de visera invertida para recoger y reciclar el poco agua de lluvia caída. El vehículo esperó a que descendiéramos para alejarse inmediatamente y esperarnos en el nivel 1, previsto en esa zona para aparcamiento. Nos acercamos al sistema de acceso, pulsó y esperó respuesta. Oímos la voz de Vínan que decía: Puedes pasar hermano.
Una vez dentro atravesamos el jardín bien cuidado y no exento de numerosas plantas de la familia de las rosáceas, sujetas sobre un espléndido césped artificial, y controladas por el sistema general del edificio. El conjunto se soportaba sobre una plataforma giratoria buscando la luz solar. En el poco tiempo que permanecimos allí, sentí el sutil balanceo ocasionado por los motores rotatorios.
—Te dejaré indagar cuanto pueda interesar. Yo no sabría dónde y qué buscar, por eso pedí tu ayuda.
—Gracias —respondí.
Pasé por todos los rincones mientras Suom esperaba sentado en lo que parecía ser un salón. Miré su cuarto dormitorio, abrí mesillas y cuantos armarios encontré. Estaba al parecer toda su ropa, maletas y accesorios de viaje. Algún mark-ox reflejaba imágenes en bucle de Vínan junto a alguna de sus supuestas conquistas femeninas. Él desde luego había modificado su fisonomía. El cuerpo que yo conocía no era el que veía reflejado una y otra vez. La incipiente calvicie señalando dos entradas a ambos lados de la frente, habían desaparecido y sus orejas, antes anchas, ahora aparecían recortadas y pegadas a la cabeza. No conseguí ver sus manos en ninguna imagen, aunque dudo no se las hiciera cambiar, dadas las cicatrices producidas en el accidente que ambos tuvimos en el tercer curso.
Tuve que llamar a Suom para que me ayudara a entrar en la biblioteca de libros de papel. El acceso estaba restringido y solo era posible hacerlo mediante la aplicación de una nueva clave. Tras aplicarla, la misma voz de Vínan volvió a sonar: Puedes pasar hermano, y aunque tengo confianza en ti, no se te ocurra coger prestado ninguno de mis libros. Tienes copia de cada uno de ellos para leer a través de las guías en tu Id-ox.
Entramos y me deslumbré. Aquello parecía una antigua biblioteca de las que existieron antes del acuerdo de moratoria mundial para cesar en la producción de papel para uso cotidiano. A partir de ese momento, solo los libros editados sobre el papel existente hasta ese momento, verían la luz. Dicha moratoria incluía algunas salvedades y exclusiones. Estas fueron el agujero legal por donde muchos amantes del papel como Vínan, se escaparon y comenzaron a especular y coleccionar algunos ejemplares, ahora considerados como si de antiguos incunables se tratara. Prácticamente los libros se manufacturaban por antiguos y casi olvidados artesanos. Se nutrían de algunos sucedáneos para preparar la masa celulósica que después servía para hacer papel.
Perdón, pero echo tanto de menos la forma de vivir de mis mayores, que en ocasiones me olvido de lo que me he propuesto contarles. Disculpen.
Decía, que estaba dentro de la biblioteca de Vínan junto a su hermano. La temperatura de la habitación estaba controlada, como también el oxígeno y la humedad relativa, para evitar el deterioro de los ejemplares. Sobre la mesa de lectura y a lo largo y ancho de esta, aparecía un modelo avanzado de nuestros Id-ox. Con solo poner la mano sobre él, se iluminó pidiendo la clave de acceso. Suom volvió a ponerla y ante nosotros se mostró entre otras peculiaridades, un archivo estructurado por materias, autores y títulos de cuantos se guardaban en aquella habitación. Por curiosidad estuvimos unos minutos leyendo alguno de ellos. De vez en cuando el sistema preguntaba si queríamos hacer una copia en Guía. Al responder negativamente volvía al último punto observado. Más tarde recorrimos el último apartado. Información y cruce. Numerosos port-ox con el nombre del servidor que lo entregó a su destinatario y por ultimo las respuestas de estos.
Volví a la lista de los libros de papel. Señalé: Búsqueda de toda información sobre Strabo. El gran Id-ox se iluminó anunciando la información requerida: Edición artesanal realizada por Derte Eclan. Forma parte de 66 ejemplares únicos realizados a petición. El sistema preguntó si continuaba con la información o pasaba a la última referencia. Respondí que necesitaba más datos y seguidamente la respuesta fue: No existen más datos.
Miré a Suom señalándole que nada más teníamos que hacer allí. Solo conseguí el nombre del impresor artesano. Sería el paso a seguir. Antes de salir terminé de recorrer la casa. Sus tres plantas, sótano, inferior y superior, estaban gustosamente decoradas con elegantes detalles y suntuosos muebles de madera. Sin ningún género de dudas Vínan se había convertido en un hombre adinerado. Nos acercamos juntos al garaje y comprobamos como solo había un hueco libre, el resto estaba ocupado por antiguos automóviles terrestres de lujosas y conocidas marcas internacionales. Al salir emitió las órdenes de cierre y confirmación de salida de la casa para posteriormente solicitar el regreso del VTP.
Mientras nos llevaba hasta su domicilio fuimos comentando lo visto y hallado. Yo también accedí al Gran Id-ox, y me dio la misma respuesta.
—Como habrás visto, cuando pides un título el conector incorporado al lomo, parpadea señalando su posición, como lo hace en el modelo de la biblioteca virtual. Del mismo modo cuando pides autor, parpadean todos los ejemplares con ese mismo nombre. Por eso supe que el libro mencionado por mi hermano había desaparecido.
—Entiendo.
—¿Crees que podrás hacer algo?
—No lo sé. Apenas tengo información. Solo que un tal Derte Eclan, fue quien los sacó a la luz. No dice nada del autor. Nada más.
—¿Qué tienes pensado hacer?
—En primer lugar, visitar al artesano. Es posible que nos proporcione alguna pista. Claro que no vendría nada mal conocer el nombre y dirección de la empresa para la que trabaja actualmente Vínan. Tal vez obtendríamos alguna información más.
—Bien. Te lo mandaré a través del Id-ox para constancia.
—Gracias. Aunque me gustaría saber algo más.
—Claro ¿Sobre qué?
—¿Qué opinión te merece cuanto ocurre con tu hermano?
—Aún no he podido formar un criterio definitivo. No sé, tal vez el cambio radical sea como te dije. El libro es lo primero que me vino a la mente. Aunque también llegué a pensar, que tanto cambio pudo producirse como consecuencia de contratar con otra empresa y ganar dinero. De cualquier forma me pareció muy extraño que ni siquiera se despidiera de mí.
—¿Piensas que han podido secuestrarle?
—Es posible Cárdel, es viable.
—¿Cabría la posibilidad de acceder a su Id-ox, o al Gran Id-ox de su domicilio?
—Al primero imposible, ya te dije que niega toda comunicación como receptor, a lo segundo intentaré contactar con alguien que me ayude. En realidad, a que puedas entrar sin problema alguno.
—¿Puedo saber de quién se trata?
—Es una amiga de la infancia. Técnica en comunicaciones OX. Siempre estuvo enamorada de mi hermano. Se mantuvo muy cerca de él. No sé si llegó a darse cuenta. Tal vez podría ayudarte ¿Quieres conocerla? Es una joven que añora la sociedad de finales del siglo XX sin desmerecer los anteriores.
—Claro. Por si no te has dado cuenta también soy un conservador, tal vez trasnochado, pero me gusta más la sociedad de antes, la de hace unos años cuando era niño. Cuando debías hacer esfuerzos para conseguir algo de información y comunicación. Ahora todo se ha convertido en un mundo imposible, carente de esfuerzo. Es todo demasiado fácil.
—Pues si esperas le diré que venga, no tardará mucho, vive muy cerca de aquí. Así podremos almorzar juntos los tres. Si no te importa, claro.
—En absoluto, suelo hacerlo casi siempre solo y me alegra saber que hoy podré conversar mientras almuerzo. Entonces comunicaré con mi VTP para que aparque cerca de aquí.
—Estupendo.
EL ENCUENTRO
Suom me dejó unos instantes solo. Después regresó con la sonrisa en los labios.
—Le dije que hay una persona que desea verla y se ha puesto nerviosa. Supone que es mi hermano, además así tendré ocasión para comentar su desaparición.
—Si me permites, deberías habérselo comunicado antes. Va a ser un contraste muy fuerte. Pero en fin, tú la conoces mejor que yo.
—Es cierto, tal vez no debería haber jugado con sus sentimientos.
—Tranquilo, intentaré ayudarte en lo que pueda.
—Agradecido Cárdel.
Minutos después la pantalla del Id-ox se iluminó, Suom respondió, adelante, para abrir la puerta. Poco después una mujer joven, de mi edad aproximadamente, entró en el salón donde esperábamos.
—Te presento a Brigan Tia.
—Encantado —respondí ofreciéndole mi mano.
—Yo también —dijo mirándome a los ojos al tiempo que iniciaba un suave roce con mis mejillas.
—Bien sentémonos un rato —señaló Suom— acabo de pedir al horno que nos prepare unos deliciosos pollos noruegos con un oloroso vino blanco de Suecia. Abriremos una botella de vino tinto de Polonia y después unos deliciosos helados de frutas tropicales españolas.
—Estupendo menú —señaló Brigan.
—Parece muy apetitoso —dije yo.
—Pese a lo agradable que pueda parecerte el momento, debo darte una noticia —dijo Suom dirigiéndose a Brigan.
—¿De qué se trata?
—Mi hermano ha desaparecido. Siento no habértelo dicho antes.
—Tranquilo ya no me afecta, llevo tiempo pensando en él, pero como últimamente ni siquiera admitía mis comunicaciones, decidí intentar olvidarle.
—Eso me parece bien. Así dejarás de mortificarte.
—Al menos lo intentaré. ¿Entonces, cual es el motivo de esta comida?
—Cálder. Fue compañero de Vínan en la universidad, sabe cómo es, al menos como era. Tiene los mismos conocimientos. Ambos se especializaron en Documentología. Más tarde sus caminos se separaron aunque mantuvieron viva la amistad. Está ayudándome a buscarle.
—Es decir eres el alter ego de Vínan.
—No sabía que me consideraba así.
—Pues sí. Pocas fueron las ocasiones en que hablamos estos últimos años, pero antes de pasar a convertirse en un ermitaño, solíamos sentarnos y hablar. De cuando en cuando se refería a ti como su otro yo. Te tiene afecto y en muy buena estima.
—Gracias por el comentario Brigan.
—¿Y que se supone ha ocurrido?
—Tal vez deba ser Suom quien te responda, yo solo ayudaré en lo que pueda.
—Comprendo. Entonces ponme en antecedentes si no te importa —dijo dirigiéndose a Suom.
—Por supuesto.
Durante unos minutos comentó las horas pasadas conmigo, así como la sospecha de que el último libro adquirido, fuera el artífice de su supuesta desaparición. Las dudas, y la suposición de que estuviera secuestrado. A esta última apreciación Brigan fue contundente.
—Lamento discrepar contigo, pero a tu hermano no le secuestra nadie, y menos desde que le nombraron gerente número dos de la multinacional Praindere.
—No la conozco, pensé era otra la empresa para la que trabajaba. Entonces elimina la información que te pasé hace un rato —dijo dirigiéndose a mí.
—Yo tampoco conozco a esa empresa —mentí.
—Se trata de la competencia directa del Grupo OX, para la que trabajo. Es de suponer que, a un directivo de su envergadura e importancia, no le dejan ni a sol ni a sombra. Además de contar con un medio especial de desplazamiento al máximo nivel. Supongo que su VTP lo tendrá como otra reliquia más ¿verdad?
—Pues no —respondió Suom— estuvimos hace poco y solo tiene en su casa antiguos coches terrestres. Su VTP no estaba.
—¿Y no has tratado de comunicar con él?
—Claro, pero niega cualquier admisión.
—Como a mí. Entonces es preocupante. No creo que su cerebro se haya prostituido tan rápido y olvidado de lo más esencial.
—¿A qué te refieres?
—A su idea de un mundo mejor. A la utopía que barajaba que sin duda fue razón y motivo para marcharse a vivir a uno de los extremos de Nuevo Madrid.
—Creo que sabes mucho más de mi hermano que yo mismo.
—Tal vez.
—Dinos cuál era su ensoñación —pedí.
—Estaba convencido que era factible volver a plantar y cuidar árboles. Que a partir de ahí y como consecuencia del descenso de la contaminación, lograría con esfuerzo, que tanto plantas como animales volvieran a vivir en el sur de Europa. En eso perdía su tiempo y esfuerzo. Llegó a formar parte de una especie de Fundación o ente similar, en la que un importante número de trasnochados como él, técnicos de diferentes materias y órdenes, trataban de converger y ayudar a la recuperación de Europa y por ende el resto del planeta.
—Entonces su desaparición aún es más extraña, si me permitís —dije.
—Tienes razón. Bueno, la tenéis ambos. Brigan, porque en verdad no conocía debidamente a mi hermano, y tú, porque como dices, significa la existencia de algo incomprensible. Su rotundo cambio hacia cuanto aparentemente rechazaba e hizo que cayera en manos de esa multinacional. ¿Por cierto, cuál es su fuerte productivo?
—La explotación de medios de comunicación, domótica y algo que le produce muchos más beneficios que a nuestra empresa, grandes áreas de explotaciones masivas de plantaciones de árboles, fundamentalmente en los países más cercanos a los Polos. Además tienen grandes y numerosas instalaciones con plataformas en medio de los mares y océanos; eliminado el tránsito de barcos dado el cese de la explotación petrolífera; para la cría de una serie de peces destinados a la producción de alimentos.
—Eso último no está mal —dije sonriendo.
—No estaría mal, si ello no implicase modificar las grandes rutas migratorias de otros muchos habitantes del mar y cuyo número curiosamente está disminuyendo paulatina y misteriosamente año tras año.
—Entonces si es preocupante.
El Id-ox de Suom anunció que el almuerzo estaba preparado. Nos invitó a seguirle hasta una habitación contigua a la cocina. Eso sí, preparó la mesa a la antigua usanza. Puso mantel, cubiertos, platos y copas de cristal. Luego sacó una botella de 250 cl de vino tinto de Polonia, la abrió y escanció su contenido en las tres copas. En la casa se desplazaba perfectamente sujeto a una plataforma deslizadora, dada su insuficiencia física.
—Son caras, pero prefiero este tamaño —dijo refiriéndose a las botellas— pero no os preocupéis aún tengo la última caja sin abrir, regalo de Vínan.
Terminamos de comer y regresamos al salón. Mientras volvió a la cocina para deleitarnos con un sorbo de café Surafricano. Brigan y yo departimos sobre nuestros propios y personales gustos e inquietudes. No era guapa, quiero decir deslumbrante, pero tenía algo inquietante y atractivo. Más sabiendo que su mente intentaba separarse de su sentimiento hacia Vínan.
Al regresar volvimos al tema principal de la reunión. La búsqueda del desaparecido. Durante dos horas establecimos un itinerario y lista de lugares donde pudiéramos encontrarle. Después, Suom pidió hacer lo necesario para darme acceso al sistema de Vínan. Más tarde se ofreció a acompañarme a la segunda vivienda al norte del Estado.
—Por mí no hay inconveniente. Tengo autorización para salir del área de Nuevo Madrid cuando quiera.
—Eso iba a decirte. Mi VTP —señaló Suom— solo puede moverse en el área metropolitana, no más allá de 80 kilómetros desde el punto cero de la ciudad.
—¿También eres un hombre importante? —señaló Brigan.
—No lo soy. Pero tengo autorización para viajar con el vehículo incluso fuera de Europa.
—¿Puedo verlo?
—Claro, salgamos a la calle. Enseguida lo reclamo, espera aparcado.
El VTP bajó lentamente hasta posarse delante de nosotros, que esperábamos juntos. Brigan lo observó detenidamente y al terminar dijo.
—¿No eres importante verdad?
—No sé a qué puedes referirte.
—Son contados los ciudadanos que obtienen un nivel +7, y disponen de un modelo Varial-5, como este. Con el puedes moverte a los cinco continentes ¿verdad?
—En efecto.
—Entonces ¿puedes decirme quien eres y a que te dedicas?
—Preferiría dejarlo para otro momento.
—Está bien, no insistiré.
—Tal vez más adelante.
—Claro, sin problema. Bueno, sin problemas yo, si te acompaño claro.
—Bueno, dejemos esto por favor —pedí con humildad.
—Es cierto Brigan, déjalo ya, si no puede decírnoslo, nos contentaremos con imaginar algo y en paz.
—Vale, vale, no os molestéis. ¿Por cierto cuando salimos hacia la segunda casa de Vínan?
—Cuando hayamos entrado en su sistema y compruebe algo.
—Entonces me iré a casa a prepararlo. Volveré en un rato para terminar y darte el acceso desde tu Id-ox.
—Estupendo Brigan, así podremos ir a la mía y salir mañana temprano desde allí.
—¿Puedo fiarme de él? —dijo mirando a Suom.
—Eso es algo que dejaremos a la suerte. No puedo contestarte.
—Yo tampoco —dije riéndome.
Brigan salió a sus quehaceres y yo me quedé tomando una copa de brandy con Suom. Vimos imágenes de cuando eran niños, en compañía de familiares y amigos. Esperamos hasta la hora en que regresó la nostálgica y platónica amante de Vínan.
Al despedirnos de Suom nos prometimos estar en contacto e informarnos de cuanto fuéramos descubriendo. Brigan avanzó con una bolsa abultada hacia la puerta del VTP. Antes de subir se volvió para abrazar a Suom. Luego subió dentro del vehículo y nada más entrar silbó y suspiró diciendo.
—¡Que suerte tengo! subo en el Varial-5 de un posible agente europeo.
—Por favor Brigan no le pongas en un compromiso, guarda silencio —dijo Suom.
—Es cierto, te agradecería ahorraras tus comentarios para otro momento.
—Vale. No volveré a decir nada al respecto. Pero Suom, acércate y echa un vistazo, este VTP es algo sublime.
—Venga, déjalo ya.
—Vale.
Me despedí de Suom, señalé al VTP la dirección y nos elevamos suavemente hasta el nivel 7. Diez minutos después bajaba con igual suavidad frente al portal de mi casa, a muy pocos metros del centro cuatro, en el noroeste de la metrópoli Nuevo Madrid, como ya he dicho, aproximadamente a 60 kilómetros de lo que hace años fue el kilómetro cero del Estado.
EN LA IMPRENTA ARTESANAL
En la puerta del edificio no había indicativo alguno de que su propietario hubiera superado, como la mayoría de los ciudadanos, el primer cuarto del Siglo XXI. No existía sistema general en la casa, ni receptor o emisor de imágenes para acceso a la vivienda. Tuve que golpear la puerta de madera con el puño para hacernos oír. Tras dos o tres llamadas, un hombre de aproximadamente ochenta años, nos abrió.
—Buenas tardes ¿Es usted Derte Eclan?
—Puede que sí, puede que no.
—Disculpe pero no entiendo.
—¿Quiénes desean saberlo? —dijo mirándonos inquisitivamente.
—Soy Cálder Sertio y quien me acompaña Brigan Tia.
—Entonces les diré que sí, soy Derte Eclan. Claro que a mí no me gusta ese nombre, pero como me obligaron a cambiarlo no tengo más remedio que utilizarlo. Me gusta mi antiguo nombre Rodolfo, con mis auténticos apellidos, no como ahora, que solo nos dejan tener uno y luego algunos números. Parecemos como los antiguos vehículos terrestres, una matrícula.
—Es cierto Derte ¿O prefiere que le llame Rodolfo?
—Como quiera. Y ahora díganme en que puedo ayudarles. Pero pasen, por favor no se queden en la puerta. Mi casa es humilde pero suficientemente amplia como para recibir a dos personas.
—Gracias. Rodolfo necesitaríamos información sobre el libro titulado Strabo, que según tengo entendido usted creó todos los ejemplares.
—Así es. Lo hice por encargo de alguien.
—¿Ese alguien se llama Dagda Drus?
—En efecto, veo que está informado. Tampoco es para ocultarlo. Pero sí, ese hombre me los encargó. Me pagó bien por ello, diría que bastante bien.
—¿Le queda algún un ejemplar?
—No señor, solo pude hacer pasta para sesenta y seis ejemplares. Y eso que me pidió intentara sacar algunos más. Pero esa es otra historia. ¿Qué quieren saber del libro?
—Todo. Pero lo más importante, necesitamos conocer su contenido.
—Algo pudo decirles. Como es lógico tuve que leerlo, de una forma especial, pero lo leí. También esa es otra historia.
—Veo que tiene muchas historias relativas a ese libro tan especial, diría yo.
—Seguro. Muchas, muchas historias, pero estoy seguro de que no querrán escucharlas. ¿O son ustedes de esos que soportan las batallitas de los abuelos?
—Depende Rodolfo. Todo depende.
—¿Tienes prisa? —pregunté a Brigan.
—Ni mucho menos, te acompaño para ayudarte. Tengo casi todo el tiempo del mundo.
—Entonces nos gustaría escuchar esas historias.
—¿Seguro? Les advierto que no podré hacerlo en menos de un par de días. Además, se está echando la tarde encima y debo cumplir con algunas de mis costumbres, merendar, dar un paseo, recordar a mis gentes y sobre todo comprobar que aún no han destruido la casa donde nací hace más de ochenta años.
—No habrá problema alguno, nos tendrá sujetos a usted el tiempo que necesite para contárnoslas.
—De acuerdo. Les recomendaré un lugar para pasar la noche, está cerca, incluso pueden ir dando un paseo. Así cuando vuelvan les invitaré a una copa de licor y podrán escuchar esas historias.
—¿Qué te parece? —dije mirando a Brigan.
—Por mi bien. Pero como estamos tan cerca, a lo mejor…bueno, perdona no he dicho nada. Vale. Nos quedaremos a dormir aquí.
—Entonces anoten la dirección del hotel.
—¿No sería mejor indicarla en el plano del Id-ox?
—Perdone Cálder pero no se usar esos chismes. Tampoco quiero aprender su manejo.
—Comprendo. Está bien, dígame la dirección y lo haré yo.
En unos segundos marqué la dirección en el Id-ox e inmediatamente realizó la conexión al satélite más cercano indicándonos estar a menos de 500 metros en dirección este de la vivienda de Rodolfo.
—¿Cuánto tarda en realizar todas esas obligaciones?
—Un par de horas.
—Entonces estaremos aquí sobre las siete de la tarde.
—Perfecto.
Abandonamos la casa del artesano y cuando encontramos un espacio más abierto, pedí bajar al VTP para recoger las bolsas con ropa y utensilios de aseo personal. Luego sin desconectar el seguimiento, pedí aparcara situándose en posición nocturna.
Nos acercamos hasta la dirección indicada por Rodolfo. Era un hotel pequeño de cuatro alturas y solo siete habitaciones por planta. En la baja, un restaurante y una barra de cafetería. Lo atendían solo mujeres, tanto en recepción como en barra. No nos hizo falta botones femenino, las bolsas eran de poco peso y pensábamos estar un par de noches a lo sumo.
—Buenas tardes, queremos habitación para dos noches.
—Claro. ¿Me permiten conectar con sus Id-ox?
—Por supuesto.
—Gracias señor Sertio. ¿Me permite conectar con el suyo? —pidió a Brigan.
—Naturalmente.
Mientras extraía la información de Brigan, me estuve fijando en la decoración del hotel. Una vez comprobado que no padecíamos enfermedad alguna y quedó constancia de nuestras personalidades, la recepcionista preguntó.
—¿Desean una cama de matrimonio o dos gemelas?
—Ni lo uno ni lo otro —dije inmediatamente— sino dos habitaciones individuales. Disculpe, antes no me expresé debidamente.
—Como quieran, pero así les saldrá más caro. Una doble resulta más económica.
—No hay problema. Preferimos la opción B.
—Como deseen. Pueden acceder cuando gusten, tienen acceso desde sus respectivos Id-ox. El resto de los servicios pueden verlo en las pantallas comunes.
—Muy amable, gracias.
Brigan no dijo palabra alguna, se limitó a observar y seguirme en cuanto me lancé a buscar el ascensor y subir a los cuartos 401 y 403. Al salir, se atrevió a hablar.
—Podrías haber aceptado la opción, no me habría importado dormir en el mismo cuarto que tú.
—Supongo, pero hasta ahora he dormido siempre solo y no quiero romper mis costumbres por el momento.
—Comprendo. Tienes miedo a las mujeres.
—No, nada de eso, solo un profundo respeto. Pero tranquila, solo salgo a violar a mujeres indefensas las noches de los martes y los domingos, el resto de los días descanso.
—Entonces tengo suerte, hoy es martes.
Acepté su comentario como una de esas bromas a las que me estaba acostumbrando. Entramos en nuestras respectivas habitaciones y quedamos en salir media hora más tarde.
Al salir me fijé en una pantalla común reflejando el menú nocturno. Los platos ofrecidos en las imágenes parecían apetitosos.
—Yo no suelo cenar tanto —me dijo cuándo la invité a mirarlos.
—Vale, solo lo mencioné por si te apetecía acompañarme.
—No sé, ya veré esta noche.
—Como quieras.
Dimos un paseo por los alrededores y poco antes de las siete, me encontré de nuevo golpeando con el puño en la puerta de madera del artesano.
—¡Pasen! Están en su casa. Ahora les enseñaré donde trabajo, luego nos sentaremos para que escuchen mis historias.
—Estoy deseando —dije con entusiasmo.
—Yo también —oí decir casi murmurando a Brigan.
—Bien —comenzó diciendo el anciano artesano— Esta zona es la que ocupo para vivir, en el resto tengo cuanto necesito para continuar con mi trabajo artesanal. Más allá de esa puerta tengo la imprenta, y cercano a ella, y pegada al río la habitación donde solía hacer la pasta celulósica.
—¿Ya no la trabaja?
—Apenas. Son limitados los encargos que me hacen. Desde la prohibición solo algunos elegidos disponen del dinero y el capricho suficiente para encargar algunos libros. Dagda Drus fue uno de ellos, y creo que, o bien tenía alguna autorización gubernativa especial, o simplemente es un loco millonario. Pero no quiero adelantar acontecimientos. Les enseñaré la imprenta y la minúscula fábrica de preparar la pasta.
—Claro, como crea conveniente.
Vimos maquinaria para triturar la madera, una lejiadora donde cocinar la pasta con soluciones de bisulfito para luego blanquearla y desfibrarla. Tanques para lavar la masa con agua caliente, para eliminar y sacar los restos de bisulfito, e iniciar el proceso de blanqueo, en la obtención de un papel de alta calidad. Más adelante comprobamos los escalones y pasos a dar con posterioridad para acabar cortando el papel seco, aunque como era normal, de modo artesanal. Paré de observar y pregunté.
—Rodolfo, me gustaría saber algo.
—Claro adelante.
—Si realiza el proceso de encolado, ¿cuándo lo hace? ¿mientras fabrica la masa? ¿o en superficie, en el tercio de sequería?
—Veo que conoce el proceso de fabricación. En superficie. Como ve no tengo tanto espacio. Me alegra que alguien tan joven conozca los pasos para conseguir algo tan especial. ¿A que es debido ese conocimiento?
—Estudié Documentología y tuve que emitir muchos informes periciales. Para ello no tuve más remedio que estudiar y conocer los entresijos no solo de la escritura y la tinta, sino también del papel y de sus diferentes masas.
—Entonces tendremos tiempo de comentar. Es más, aun creo tener algunos restos del papel empleado en la impresión de ese dichoso libro. Le haré una prueba si me permite.
—Claro Rodolfo.
A todo esto, Brigan se mostró; al menos eso me pareció; un tanto desplazada. No abrió la boca para decir palabra alguna. Solo escuchaba y me miraba a hurtadillas, cuando yo dirigía la mirada a Rodolfo mientras hablaba.
Media hora después acabamos el recorrido y regresamos a la sala de donde partimos. Dos minutos después el artesano dispuso tres copas y una botella de licor.
—Es posible que no les guste. Si es así díganmelo y les traeré otra cosa.
—Lo probaremos —dijo Brigan rompiendo su silencio.
—Eso. Lo probaremos —corroboré.
Después de tomarnos el primer trago y ver que la garganta no se quejaba, decidimos seguir bebiendo el licor. Luego Rodolfo comenzó a contarnos.
Fue a mediados de 2032 cuando Dagda Drus se presentó en esta casa. Me ofreció una cantidad importante de dinero si me comprometía a imprimirle un libro. Le dije que no podía hacerlo, no disponía de papel. Según comentó, yo era uno de los pocos artesanos de Europa que todavía imprimían sobre papel haciendo su propia masa. Para ello se comprometió a proporcionarme masa primaria suficiente para luego terminar de prepararla en mi minúscula fábrica. Le dije que todo el proceso llevaría tiempo y solía trabajar solo, sin ayuda de nadie. Eso significaba tiempo.
—No se preocupe yo mismo haré de ayudante
—Pero sin conocer el trabajo puede retrasarnos.
—Aprendo con rapidez, no rechistaré, ni siquiera me quejaré.
—De acuerdo.
—Entonces dentro de un mes vendré con la carga y dispuesto a empezar a trabajar.
Pasado ese tiempo se presentó como había dicho. Entre los dos manejamos la pasta primaria y al cabo de dos meses, terminamos de cortarlo. El gramaje fue el ideal para el contenido y tinta que aplicaría en su impresión. Después iniciamos el proceso de composición para más tarde imprimir y encuadernar.
Él se ocupó de corregir los textos en la primera galerada. Y en ese momento fue cuando advertí que su contenido era poco corriente. Me pidió no leer los capítulos en el orden en que aparecían, ni acabara de leer ninguno de ellos al completo. Debía empezar por el ultimo, es decir por el final del libro. Más adelante alterar el orden hasta terminarlo. Él se ocupó de indicarme el debido.
—Eso será un trabajo imposible.
—No se preocupe, la cifra asegurada la duplicaré. Hágalo como le pido y por favor, no se quede con ningún ejemplar. Están todos comprometidos, incluso faltarán algunos. Deberíamos haber talado alguno más de nuestros árboles.
Cuando terminó la frase hizo un gesto dándose cuenta de que tal vez esto último no debía haberlo mencionado. Luego insistió en que siguiese los pasos marcados.
Él no se marchó de mi lado en ningún momento, incluso algún día le encontré haciendo guardia en la imprenta. Tal vez temía no siguiera sus recomendaciones.
Como pude escamoteé tres dedos de papel. Lo cierto y sensacional fue que realicé un trabajo colosal. Salió formidable. Tanto el color obtenido como la calidad del papel merecían ser guardados como prueba de mi pericia. Ya sé que es orgullo, pero que se le va a hacer.
Al acabar el trabajo y empaquetar los ejemplares, celebramos una pequeña fiesta. Almorzamos en un restaurante lujoso, bebimos unas copas y volvimos a casa un poco ebrios los dos. Tal vez yo menos, pero seguro que él bastante. Lo digo porque nos quedamos dormidos sobre esos sofás. Yo me desperté antes y fue entonces cuando descubrí algo.
—Si no les importa me gustaría continuar mañana, estoy algo cansado debido a mi edad, de lo contrario estaría toda la noche hablando y bebiendo de ese brebaje que Dagda Drus me regaló.
—Como quiera. Entonces vendremos mañana para continuar escuchando su relato.
—Claro.
—Un momento señores. Me gustaría saber que significan tres dedos de papel —irrumpió Brigan.
—¿Se lo explica usted joven Cálder o lo hago yo?
—Escucharé a cualquiera de los dos, pero comprendan, no soy técnica en esa materia y me gusta saber algo que desconozco.
—Claro joven Brigan, claro.
—Mire, el papel antiguamente se cortaba en hojas y se separaban de cinco en cinco. Un Dedo son cinco hojas. Cinco dedos hacen una Mano, es decir veinticinco hojas. Luego está la Quinta que la conforman 100 hojas, le sigue la Cuarta, compuesta por 125 hojas, luego la Media Resma 250 hojas y por último la Resma o conjunto de 500 hojas. También existen pliegos y otros conjuntos y medidas, pero en el que acabo de decir crecimos los amantes de la imprenta y el papel.
—Muchas gracias por la aclaración —recitó casi cantando Brigan.
—De nada jovencita. A mí me decían hace mucho tiempo: Nunca te acostarás sin saber una cosa más. Siempre lo apliqué. Hoy soy más sabio que cuando tenía los mismos años que usted.
—Me aplicaré esa frase, se lo aseguro Rodolfo.
—Gracias por su visita, a mi edad tengo poca gente a mí alrededor, es agradable tener compañía de jóvenes como ustedes. Les espero mañana sobre las once.
—Claro —intermedié yo— así podremos comer juntos los tres ¿le apetece?
—Por supuesto.
—Entonces hasta mañana.
Salimos contentos de la reunión y charla que mantuvimos con el anciano artesano. Caminamos despacio y en silencio hasta el hotel. Antes de llegar Brigan se acercó a mí —pues caminaba a mi derecha y casi a dos metros de distancia— para decirme:
—Me gustaría pasear de noche por estas calles y lo que queda de la ciudad antigua ¿podemos hacerlo antes de meternos en la cama?
—Bueno, antes cenaremos algo si no te importa —contesté riendo.
—Por supuesto. Pero ¿a qué viene esa risa?
—Por la rotundidad de tus palabras, antes de meternos en la cama.
—¡Ah! Sí, disculpa. Quería decir antes de irnos a dormir.
—Lo sé. No te preocupes, no lo había interpretado de otra manera.
—Bien. ¿Qué me dices?
—Que sí. También a mí me apetece caminar de noche. Además, tal vez encontremos algún local singular donde cenar.
—Estupendo entonces.
El resto de la noche la pasó a mi lado, cerca, rozándome el brazo y a veces la mano. Incluso llegó a dedicarme una sonrisa sin pedírsela.
EL EXAMEN
Serían las dos de la madrugada cuando regresamos al hotel. Al pasar frente a la zona de recepción, la mujer que nos atendió horas antes, sonrió tras saludarnos y desearnos una buena noche. Una vez en la planta y antes de meterse en su habitación Brigan se acercó a mis mejillas y las acarició con las suyas para después decirme: buenas noches, que descanses bien. No supe que hacer, me quedé azorado, sin reaccionar, solo pude desearla un buen descanso y abrir la puerta para entrar en la mía.
No establecimos hora para levantarnos y desayunar juntos, pero como siempre suelo hacerlo poco antes de las nueve de la mañana, conecté con el Id-ox de Brigan. Debía estar en la ducha, pues no lo atendió, por eso salí y golpeé con los nudillos la puerta de su habitación.
—Soy Cálder, ¿puedo pasar?
—Un momento —oí tenuemente.
Esperé y comprobé mi intromisión mañanera. Brigan abrió envuelta en una toalla de baño.
—¿Cómo tan temprano? ¿No quedaste satisfecho anoche?
—¿Satisfecho con qué?
—Si no lo sabes es que entonces no fuiste el violador, o ¿me tomas el pelo?
—Es posible. Veo que sigues con tus bromas.
—Es la única forma de levantarme jovial ¿No querrás sexo a estas horas?
—No, nada de eso. Venía a invitarte a desayunar. Aunque si esperas a alguien para esa cuestión me marcho y vendré más tarde.
—¡No hombre, no! Espera un instante, no tardo nada en vestirme y bajar a desayunar. Era una broma.
—Ya, pero veo que es una constante en ti.
—Y en ti una falta, diría yo.
—Tal vez, pero no es algo sobre lo que me guste discutir en una situación como esta.
—Como quieras, lo dejaremos para otro momento menos erótico.
—Mejor, te lo agradezco.
Mientras esperaba me senté en uno de los sofás frente a una pantalla común que en esos momentos daba noticias.
Los servicios de seguridad e investigación de delitos acaban de comunicarnos la desaparición de Vínan Berte, gerente número dos del Grupo Praindere con múltiples negocios a escala mundial. Se trata de la segunda desaparición en tan solo un mes. Pese a estar investigando su desaparición, hasta la fecha no se ha averiguado su paradero. No descartan cualquier tipo de rapto por extorsión.
Un momento después, cubierta con una indumentaria prevista para mitigar el calor, hizo acto de presencia en la sala. Su pelo había cambiado de tono y de peinado. Un pantalón corto, similar a los utilizados en las excursiones al Amazonas, dejaban ver unas piernas finas y unos pies pequeños cubiertos con unas botas de tela haciendo juego con la camiseta ceñida y escondida bajo la cintura del pantalón.
Tal vez mi cara de sorpresa al verla tan deslumbrante motivó la pregunta que me hizo.
—¿Te gusto más así?
—Claro. Estas muy guapa y atractiva —dije sin que me diera tiempo a medir las palabras.
—¡Vaya! eso debe ser algo parecido a una alabanza ¿no?
— Es cierto, apareces como… deslumbrante —insistí.
—Me alegra oírtelo decir. Te mereces un premio.
En ese preciso instante se acercó para posar un beso sobre mis labios. Creo que me puse nervioso, no esperaba algo así.
—Bien, supongo que deberíamos bajar a tomar algo, Rodolfo nos espera dentro de poco.
—Claro —dijo sonriendo.
—Entonces vamos.
El camino era tan corto hasta la casa del artesano, ahora llamado Derte, y la mañana tan agradable, que, al salir del hotel, una vez desayunados, caminamos despacio dando un rodeo por las antiguas callejuelas del conjunto monumental de la vieja ciudad de Toledo. Creo que ya he comentado que ahora pertenece a la concentración metropolitana de la megalópolis Nuevo Madrid.
Recorrimos, como decía, algunas calles estrechas y empinadas, aun cubiertas con piedras rodadas. Era tanto como pasear por el lugar en otro tiempo. Algunos edificios iluminados por la fuerte luz del sol parecían como salidos de remotos momentos o de antiguos grabados del insigne Alberto Froncini, seguidor del maestro Durero. Hacia bastante tiempo que no paseaba así, despacio, sin tener una obligación o tránsito perentorio. Me alegró el instante y sin querer, comencé a sonreír sin darme cuenta.
Creo que Brigan lo advirtió, pues apenas quedaban unos metros para encontrarnos con el artesano, cuando me preguntó.
—¿Es posible que te haga tanta gracia pasear en silencio?
—Lo dices por mi sonrisa.
—Claro, ¿por qué si no?
—No pensé que pudiera inquietarte.
—No lo has hecho, solo pregunto. ¿En qué pensabas?
—En el tiempo transcurrido desde la última vez que vine a estos lugares y la tranquilidad que me produce.
—Entonces debo ser yo la causa.
—A lo mejor. Debería haber caído en ello.
Llegamos. Golpeé la puerta con los nudillos y esperamos a que el anciano Rodolfo, nos abriera.
—Buenos días, mis queridos jóvenes amantes. Porque supongo que lo seréis ¿no?
—Buenos días. Pues no, no lo somos. Hace poco que nos conocemos
—Entonces os pido disculpas. Tal vez…, bueno será mejor que me calle.
—¿Se nos nota en la cara? —preguntó Brigan.
—Al menos me pareció ver un brillo especial en los ojos de ambos.
—Pues como ha dicho Cárdel. Nos une un problema, no un sentimiento.
—Os pido disculpas de nuevo.
—Aceptadas —dije para acabar la charla.
—Pasemos entonces a la sala, estaremos más cómodos.
Volvimos a sentarnos y nada más hacerlo, le recordé que en la anterior charla quedó pendiente el descubrimiento hecho el día de la despedida de Dagda Drus.
—En efecto, entonces seguiré por ahí, si no os importa.
—Nada, en absoluto.
—Luego, cuando acabe te haré el examen previsto.
—Bien.
Ambos sentíamos el sopor no solo de la comida, sino de la cantidad de alcohol que ingerimos. Cuando regresamos del restaurante, nos quedamos dormidos sobre los sofás. Dagda al tumbarse, dejó caer su cartera del bolsillo. Cuando desperté, y lo hice antes que él, la vi y pensé dejarla sobre la mesa, aunque habría sido tanto como decirle que había visto su contenido. Opté por recogerla y volverla a introducir en el bolsillo. Sin embargo al hacerlo, un papel resbaló de ella hasta el suelo. Al recogerlo para ponerlo dentro de nuevo, vi una nota manuscrita en un papel doblado del tamaño de media cuartilla. La desdoblé y leí a duras penas su contenido. Eran una serie de recomendaciones, las mismas que me hizo personalmente. Le recordaban sobre todo que no me dejara nunca a solas con el libro dado el peligro que podía correr. Al final una firma irreconocible y presidiendo la nota, este dibujo
Luego la puse donde debía estar y me tumbé esperando a que despertara.
Al día siguiente un transporte recogió todos los ejemplares del libro, incluso las pruebas realizadas. Me pidió revisar con detenimiento la imprenta. Quiso cerciorarse no quedaba composición de texto alguna. Cuando se convenció de ello, me agradeció el esfuerzo realizado y como prometió, duplicó la cantidad ofrecida al principio. Me pagó en efectivo.
No he conseguido saber que significa ese signo. Al quedarme solo y sin trabajo de nuevo, me dediqué a buscar entre mis archivos, incluso pedí ayuda al nieto de un amigo, para que me ayudara a buscar en un centro de investigación, algo relacionado con ese signo y su significado.
Os digo esto porque como ya os mencioné, no manejo esos instrumentos de localización. No sé ni cómo los llamáis.
Pues eso, no encontramos nada relativo al símbolo. Lo dejé por imposible. Os daré una copia de él. Me entretuve dibujándolo, es posible que no sea exacto, pero si muy similar al aparecido en la nota. Desde entonces no he vuelto a saber nada de ese hombre y su encargo.
Terminó su historia y esperó unos segundos para continuar.
—Ahora te toca el turno de examen —dijo seguidamente— así que si os parece bien iremos a la zona de fabricación del papel.
—Vayamos. Pero le advierto que no tengo aquí instrumentación para determinar con exactitud todos los aspectos.
—No importa, te dejaré un amplio margen de error. Pero quiero saber cuánto conoces del antiguo medio para comunicarnos.
—De acuerdo.
Nos desplazamos hasta la sala donde fabricaba la pasta. Volvió a recordarnos que la primaria, es decir, la masa original utilizada, no llegó a hacerla él, se la trajeron inicialmente tratada, solo los procesos posteriores los hizo personalmente. De cualquier modo me puso en un brete. Intentaré cumplir con el examen —le dije preocupado.
Nos paramos junto a un armario, extrajo de él un par de las hojas distraídas a su propietario y me ofreció una de ellas. Durante unos minutos observé con detenimiento el papel, lo manoseé, miré a trasluz, rasgué una esquina para ver la fibra e incluso me atreví a escribir unas palabras para ver la absorción. Para ello tuve que pedirle un instrumento, ya que no llevaba algo similar con que hacerlo dentro de la bolsa que siempre llevo conmigo. De ella precisamente saqué una pequeña lupa digital, la superpuse sobre la escritura hecha y le pedí un recipiente con agua, para echar unas gotas y comprobar su absorción. Diez minutos después dije.
—Estoy dispuesto.
—Entonces adelante. Veamos y oigamos tu opinión.
—La masa parece hecha con dos tipos de madera, una de ellas de una variedad de árbol que no es precisamente de los usados para hacer papel. Les debió crear bastantes dificultades a la hora de su cocción. La otra parte tampoco es, o era, usada para estos menesteres, aunque si admite el agua mejor que la primera. Me decantaría por cantidades sacadas de Tejo y Roble posiblemente. El proceso de refinado se ha realizado mediante un método magro, de ahí la flexibilidad, facilidad para el plegado, blandura y opacidad. No tiene ningún secreto decir que el encolado se ha hecho cuando el papel estaba casi seco. Confirmo que lo hizo en el tercio de la sequería. Prueba de ello es que la tinta al escribir no se corre. Es por eso que favorece la incorporación de cargas y su color uniforme. El papel tiene cuerpo debido a esas cargas añadidas, pero supongo le puso pocas, si acaso algún colorante para conseguir uniformidad. Y creo que fue alguna sustancia mineral. Así ha podido mantener la calidad del papel sin mezcla alguna. Es decir, sabía con certeza que era de Tejo y Roble. Supongo que eso pretendía.
—Estupendo, francamente estupendo. Eres muy bueno.
—Ya le dije que estudié mucho para conocer de cabo a rabo los materiales y emitir informes.
—A mí me extrañó la mezcla de la pasta, pero opté por callarme y no decir nada al señor Drus. Me costó mucho trabajo lograr el papel que ahora tienes en tus manos.
—Lo supongo por la variedad de las maderas.
—Por cierto ¿No sabrá donde se puede obtener este tipo de maderas verdad?
—Lo siento. Hasta ahora me he nutrido de algunos restos y a través de amigos y conocidos. Era la primera vez que me encontraba con algo similar. En otras ocasiones he comprado a precio de oro, algunas partidas de pasta primaria a una empresa llamada Nuevas Plantaciones.
—¿Que nos puede decir del contenido del libro?
—Extraño y diferente a cuantas composiciones he visto. Su contenido va estructurado en cuatro partes y cada una en varios capítulos. Cada capítulo trata de los peligros a los que se somete el hombre y la forma de eludirlos. Recomendaciones para realizar una serie de ejercicios mentales y acciones singulares conducentes a lograr el equilibrio, con el ánimo de apartar al ser humano de la destrucción de sí mismo y de cuanto le rodea. Al final, dos opciones. No comprendí la prohibición de leerlos seguidos.
—Es una lástima que no consiguiera quedarse con un ejemplar —añadí.
—Desde luego.
—Entonces hemos acabado, porque supongo no tendrá la dirección del tal Dagda Drus ¿verdad?
—Estás en lo cierto joven Cálder, no la tengo. Pero no creo que hoy día sea imposible lograrla con los avances tecnológicos.
—Muchas gracias, ha sido muy amable dándonos tantas explicaciones.
—No tan deprisa jóvenes. No sé si os sonará la frase quid pro quo.
—La conozco.
—Entonces, solo para contentar a este viejo artesano ¿podéis decirme a que viene la búsqueda de ese libro?
—Queremos saber si su contenido ha sido el artífice de la desaparición de un amigo.
—¿Solo eso? No puedo creérmelo. Deberías decirme algo más convincente.
—¿Puedo? —preguntó Brigan.
—Claro, tampoco es tan grave que lo sepa.
—Creemos, o al menos tenemos la sospecha, que ese libro tuvo algo que ver en el cambio tan radical sufrido por nuestro amigo. De ser un convencido militante de la lucha contra las grandes empresas; que siguen destrozando el planeta; y vivir prácticamente en soledad, a pasar desde la lectura de ese libro a escalar hasta lo más alto en la dirección de un gran conglomerado empresarial —del que forma parte la que ha citado y a quien compra de cuando en cuando pasta de papel— fue todo un abismo. Comportamientos alejados del acostumbrado, despilfarrador aparente, cuando era ahorrador. Mujeriego frente a una timidez casi enfermiza, y bueno, más y más cosas que omito para no cansarle. Por eso queremos conocer el contenido del libro. Para saber si pudo influenciarle.
—Comprendo. Habéis pensado si pudo sufrir un acto evolutivo por pensamiento erróneo debido a esa constante soledad, o acaso se dejó tentar. Algo así como citaba Cicerón Nihil utile munitum quod non expugnari possit.
—Lo siento Rodolfo, no entiendo latín.
—Perdón. Es algo así como no hay castillo lo suficiente fuerte que resista al dinero.
—Es posible. No lo pongo en duda, y por eso necesitamos conocer si el libro incidió.
—Por lo que yo leí, creo que no. Pero si está en manos de esa multinacional, quizás haya olvidado su anterior forma de vida y esté contento con la que lleva ahora.
—Ya —intermedié yo— pero no puede salir de la vida de los amigos y familiares como un fantasma, sin decir adiós, sin explicación alguna. Además de otra serie de incidentes que han podido sucederle. Debemos seguir buscando en la creencia de que nada inevitable le ha ocurrido. Aunque le guste su nueva forma de vida, al menos encontrarle vivo, ya que duobus malis minus est semper eligendum
—Tienes razón Cálder, siempre es mejor elegir el menor de los males.
—Deberíamos dejar este asunto y buscar un lugar donde almorzar. Se lo prometimos.
—Como queráis, pero no tenéis obligación alguna. Solo vuestra compañía me alegra el día, y veis que poco he podido hacer para satisfacer vuestra curiosidad y necesidad. Aunque es posible que, bueno, será mejor ir a almorzar. Dejarme cerrar esto y enseguida estoy con vosotros. Hacerme el favor de esperar fuera.
—Claro.
[1] Equivalente a un PC portátil del año 2007. Se asemeja a una antigua hoja de papel DinA4 de plástico maleable y transparente, multifuncional y conectado con los numerosos satélites geoestacionarios que circundan nuestro planeta
[2] Plancha parecida a una manta o colcha liviana, conectada al sistema central de la vivienda.
[3] Suele hacerse cuando solo conoces el nombre del destinatario.
[4] Vehículo de transporte privado
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