Inicio con este articulo una serie de documentos, articulos y crónicas rescatados de una antigua revista gráfica «ESTAMPA» publicada en Madrid en el siglo pasado en los años 20 y 30.
Una visita al autor de «La Internacional» firmado por el periodista Vicente Sánchez Ocaña con fotografías de ‘Trampus’ fechado el 5 de Diciembre de 1931.
UNA VISITA AL AUTOR DE «LA INTERNACIONAL».
Un problema
¿A quién se debe considerar como principal autor de una revolución, al autor de la música o al autor de la letra? Por ejemplo: La Revolución francesa, ¿la habría hecho solo Rousseau? ¿O no habría podido estrenarse si Rouget de Lisle no le llega a poner música al «Contrato Social»? Quizás las revoluciones, como las zarzuelas, no se pueden representar hasta que no tienen partitura. Quizá las grandes obras subversivas, la obra de un San Pablo, o de un Juan Jacobo, o de un Carlos Marx no son más que libretos, cuya fortuna depende de la música que les pongan…A lo mejor, una idea política es una idea inválida hasta que no encuentra su maestro Guerrro…
A estas fantasías me abandonaba yo una tarde de la primeravera pasada, en la puerta de una casita obra de Saint-Denis, frente a un viejecillo bigotudo, de mirada viva, que me inspeccionaba antes de decidirse a dejarme entrar.
Y era que el viejecillo aquel se llamaba Pierre Degeyter.
Lo que hizo Degeyter
¿No les suena a ustedes el nombre?
Pues Pierre Degeyter es, como si dijéramos, el maestro Guerrero del materialismo histórico; el autor de «La Internacional».
«La Internacional», que es el himno de todos los marxistas, de los socialistas y de los comunistas, si que la habrán oido alguna vez, claro.
En francés empiaza:
Debout ! les damnés de la terre!
Debout! les forçats de la fraim
La raison tonne en son cratère
C’est l’eruption de la fin…
Y en español:
¡Arriba los pobres del mundo!
¡En pie los esclavos sin pan!
¡Alcémonos todos al grito de «Viva la Internacional»!…
La música no es una maravilla. En comparación con otros himnos como «La Marsellesa», por ejemplo, resulta desgraciada. Pero como canto de masas es magnífico. cuando la entonan unos millares de voces, tiene emocion y grandeza.
…Il n’esta pas de sauveurs suprémes… …
Producteurs sauvons nous snous-mêmes!…
Con «La Internacional» Degeyter le dió al libreto de Marx, a «El Capital», la partirua que necesitaba. «Letra de Karl Marx; música de Pierre Degeyter», podria anunciarse la Revolucion Rusa.
El vieje recela
El viejo Degeyter me examinaba recelosamente, sin resolverse a abrir del todo la puerta de su casilla. ¡El hombre debe de haber recibido tantas visitas desapacibles en los sesenta o setenta años que lleva peleando con los burgueses!…De niño, ya tenía que andar escondiéndose con toda su familia, porque su padre era un revolucionario perseguido. Luego de joven, se batió en la «Commune» y de milagro no lo fusilaron los versalleses. Mas tarde fue socialista, antimilitarista, «dreyfusista». Y, en fin, a la vejez, para descansar, se ha hecho comunista.
—Doriot le habrá hablado…
—¡Ah! Es usted la persona que me ha dicho Doriot: un periodista español…
Tranquilizado por la recomendación de su correligionario, el diputado y alcalde de San-Denis, Doriot, que le daba la seguridad de que yo no era confidente de la Policía, sino nada más que un pobre diablo de reportero, con sentimientos liberales y «pequeñoburgueses», el autor de «La Intrernacional» me abrió paso y entramos en una habitación que era, a un tiempo, vestíbulo, salón, comedor, y no sé cuántas cosas más de la humilde casita. Una habitación amueblada con cuatro sillas y una mesa con tapete de hule, y decorada con varios cromos de almanaque.
Hablando de España.
Yo contemplaba con mucha curiosidad aquel pobre interior y su inquilino.
El músico de «La Internacional» no ha sentido la veleidad de caracterizarse de artista. Es un viejo obrero, con tipo, maneras y traje de obrero. Llevaba botas de paño, chaquetilla de mecánico, un pañuelo al cuello y gorra. El único detalle suntuario de su indumentaria era una cadena de reloj que serpenteaba desde un ojal a un bolsillo de su chaleco.
El también me miraba con cierta curiosidad.
—Español, ¿eh? Los españoles ahora se agitan, según parece…
Eran los últimos dias de marzo de este año y todos los periódicos de París hablaban de la crisis de España, de las manifestaciones, de los disturbios y motines que había aqui.
El autor de «La Internacional» le interesaba el tema.
—¿Habrá revolucion en España?¿Caerá la Monaquía?
—¡Pchss!…Puede ser…
España le inspiraba simpatía, pero no estaba al tanto de su política actual. Retenía sólo algunos nombres que hicieron ruido hace años: Cánovas del Castillo…, Montjuich…, Maura…., Ferrer…, Pablo Iglesias…
—¡Como soy ya tan viejo! -suspiró excusándose- y he visto tantas cosas…
Carpintero y músico
Hablamos de su vida.
—Yo he nacido en Gante. Pero soy francés, hijo de franceses. Mi padre habia intervenido mucho en la revolucion de 1848, y luego tuvo que huir a Bélgica con mi madre. Por eso nacía yo allí.
Nuestra familia era una pobre familia de trabajadores manuales. Mi padre, ni siquiera sabía leer. Naturalmente, no me pudieron dar una instrucción muy cuidada. Apenas supe leer y mal escribir, me tuve que ganar la vida, y empecé a trabajar en una fábrica en Lille, como aprendiz de ebanista.
Yo sentía por la música mucho mas entusiasmo que por la carpintería. Me gustaba cantar y decía la gente que no tenía mala voz. ¡Si hubiera podido educarla!…Pero, desgraciadamente, eso era un sueño inasequible…¡Ay!, para mi, pobre aprendiz de carpintero, hasta ir al gallinero del teatro a oír cantar a los cómicos era un sueño inasequible…
Tuve, pues, que renunciar a ser cantante. Pero a aprender música, que era más hacedero, no renuncié. Conseguí matricularme en el Conservatorio de Lille y, durante unos cuantos años estudié con pasión…
—¿Abandonó usted su oficio de carpintero?
—No. No. ¡Nunca!
Yo he trabajado en mi oficio y he vivido de él hasta los setenta y dos años. A la música me dedicaba por la noche o por la mañana temprano, o los domingos, o cuando buenamente podía. Pero yo seguía siendo un carpintero y nada más. Por eso nuna he perdido la conciencia de clase y he luchado toda mi vida en las filas del proletariado. ¡Por eso he escrito «La Internacional»
Aquel dia le habló Stalin
—¿Cuándo escibió usted «La Internacional»?
—Hace ya cuarenta y tres años. En 1883.
—¿Y se popularizó enseguida?
—Si. Se poularizó con una rapidez que me deslumbró. A mi me parecía que estaba bien y que gustaría, pero ¡cómo iba yo a pensar que iba a divlgarse por todo el mundo; que iba a ser el himno de la clase obrera! El día que estaba en una callejuela de París se la oí tararear a unos obreros que iban delante de mi, fue uno de los grandes dias de mi vida.
—Y el otro gran día ¿Cual fue?
—Uno de hace tres años, de 1928 en Moscú, en que para celebrar el cuadragésimo aniversario de «La Internacional», dirigí la orquesta que la tocó ante el Gobierno ruso…Allí estaba el camarada Kalinin, el camarada Stalin, el camarada Rykof, el camarada Voprochilof, el camarada Budienny…
Al acabar, fueron acercándose a mi para felicitarme. «¡Bien!, camarada Degeyter —Me dijo el camarada Stalin—. ¡Eso ha estado bien!» Y me apretó la mano.
En tu honor estimado Julio Anguita. Descansa en Paz.
Artículo rescatado por Anxo do Rego- Mayo 2020
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