Si cuando cumplí catorce años me hubieran dicho que en el futuro arrancaría la vida a un ser humano, no lo habría creído. Seguro que habría gritado una y mil veces, ¡Imposible!
Yo, que siendo niño miraba siempre al suelo del parque para no pisar una sola hormiga. Que jamás utilicé uno de esos esprays para eliminar insectos. Que nunca comí carne de pollo ni conejo porque eran unos animales que formaron parte de mis cuentos infantiles y hacerlo sería una especie de sacrilegio.
Yo, que siendo un joven adulto no asistí a proyección alguna de películas donde la muerte, pese a ser ficción, se presentara de manera cruel y sanguinaria.
Yo, que recibí más golpes que nadie en mis inútiles intentos de separar a compañeros de instituto y universidad metidos en peleas, todo ello por no ver sangre.
—¿En qué piensas Arturo? ¡Vamos!, levántate, hoy tienes trabajo.
—Lo siento, rememoraba mi juventud.
—Eso está bien. Ahora prepárate, tu vuelo sale en dos horas.
—¿A quién debo matar esta vez?
—En ese sobre tienes los datos. El arma sin guía la encontrarás en la consigna del aeropuerto de Fuimicino, y por favor regresa pronto, este mes de Agosto tienes más de quince trabajos por realizar.
© Anxo do Rego. Todos los derchos reservados.
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