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Personalmente tuve suerte con mis padres, me educaron dentro de lo obligado de la época. Cumplí con las exigencias de ir todos los domingos y fiestas de guardar a misa, como obligaba el régimen dictatorial formado por el gobierno ditatorial a la sombra de la iglesia católica. Confesar mis pecados y comulgar, eso sí, con el estómago vacío, no fuera que Dios se enfadara conmigo. Hice la primera comunión, el proceso de confirmación y nunca dejé de besar la mano al cruzarme con sacerdote o cura aunque no supiera donde la hubiera puesto, nunca supe la razón de aquella obligación. Sin embargo llegó un momento en que mis padres me hablaron diciéndome: Hasta hoy hemos seguido y cumplido las normas y obligaciones que debíamos, a partir de este momento tú serás quien decidas sobre la conveniencia o no de seguir asistiendo a misa y todo lo que ello implica. Dejé de ir a misa, de confesar y comulgar y le faltó muy poco para hacerme ateo. Fue entonces cuando surgen preguntas que mis padres no pueden responder. Tuve que acercarme a círculos donde mi arbitrio me llevara.
En aquel entonces todo eran obligaciones y ni un solo derecho. Cuando surgían dudas y formulaba preguntas, no siempre conseguía las respuestas oportunas. Comencé a buscar libros donde encontrarlas, pero tropecé con el sistema imperante que dominaba cuanto estaba a su alcance. No había más opciones que las permitidas, ni más libros que los publicados, una vez censurados sus contenidos. Ni siquiera podías confrontar tus ideas con las de otras gentes, existía el temor a ser detenido por algún policía camuflado del régimen.
Tuve la gran suerte de conocer a un hombre que fue vital para mí. Doctor en Medicina y Psiquiatría, hombre de fuerte carácter. Comandante del ejército republicano, a quien tras la contienda fratricida, represaliaron no permitiéndole ejercer su profesión ni conocimientos. No mató a nadie en la guerra, al contrario únicamente salvó vidas.
Durante los veranos mi familia se trasladaba por vacaciones a una población costera en Murcia, fue allí donde le conocí. Con el descubrí el significado quid pro quo. Yo le suministraba a escondidas una botella de whisky y él respondía a cuantas dudas y preguntas surgían en mi recién nacida juventud.
Sus relatos eran breves, concisos, llenos de sabiduría y detallado conocimiento. En ninguna de sus palabras encontré rencor, aunque tampoco conformismo. Fue un hombre de lucha constante, creador de nuevos horizontes y un estupendo amigo capaz de transmitir tranquilidad y fervor para mis futuras situaciones.
Por fin fui capaz de entender que la mayoría de los religiosos, esas gentes que dicen conocer los deseos de Dios para con cada individuo, no son buenas personas. Se nutren de excelentes palabras para crear miedos y temores en quienes los escuchan para posteriormente añadir, si las cosas salen mal, que Dios lo quiere así, y consecuentemente debes admitirlo. Ponen a Dios por testigo de cuanto dicen hacer en su nombre e interpretan, sin conocerlos, cuantos problemas surgen al ciudadano de a pie que va a su encuentro.
Supe por primera vez el significado de TEOFAGIA (práctica de comer el cuerpo de un dios) concepto asumido por los constructores y diseñadores de la Iglesia Católica de la religión Mitraista, mantenida en el Imperio Romano desde el siglo I al V de nuestra era. Pese a que no le concedió un estatus oficial, fue de hecho la religión oficial hasta que el Emperador Constantino y siguientes reemplazaron el Mitraismo por el Cristianismo.
Desde entonces los cristianos asumieron sus características, a saber, una comida como sacrificio, carne y sangre de un toro, que otorgaba la salvación de quienes la tomaban, es decir, Teofagia. No solo en esto se fijan los cristianos y posteriormente los católicos, también toman prestado del Mitraismo los sacramentos. Demasiada similitud. Cuanta facilidad otorgan los católicos al sustituir la comida sacrificial mistraista por la Cena del Señor o comunión católica para hacer durante la transición, que aquella se presente como el sacrificio de Jesucristo, conocida más tarde como misa católica, eucaristía.
Con éstos y otros datos, cuanto escuché siendo niño de labios de aquellos sacerdotes, se revolvieron dándome arcadas. Sus mentiras o medias verdades; como solían confesarnos muy de tarde en tarde, se convertían según interpretaban a Dios, en mentiras piadosas; solo obedecían al esfuerzo de intentar ganar para su causa religiosa, a jóvenes incautos, incapaces como yo, de discernir debidamente por desconocimiento y caer en sus garras y trabajar para esa élite que han sido siempre los religiosos.
Otro de los conceptos que sacudían mi interior juvenil, era ENOTISMO. Los relatos escuchados de aquel hombre sereno, bien en la playa, bien en una de las terrazas de la casa, me producían tal respeto, que en ocasiones me incapacitaba durante días para volver a preguntarle. En una ocasión se lo mencioné y como no pudo ser menos, no solo me invitó a seguir preguntando, sino que se ofreció a realizar un análisis serio de mi personalidad, dados sus conocimientos sobre la mente humana y mis inquietudes.
Así, mientras él tomaba whisky acompañado de un buen bocado de queso de oveja curado, yo quedaba embelesado de sus relatos.
Me comentó que la mayoría de romanos, incluidos los emperadores eran enotistas, creían en la existencia de muchos dioses, aunque tienen un enfoque sobre un Dios en particular, considerándolo supremo sobre el resto de Dioses que formaban la totalidad del panteón romano. El ejemplo era claro y sin ninguna duda. Dios del océano, Neptuno, aunque Júpiter era el Dios supremo. Así con el resto de Dioses romanos, Dios del amor, de la paz, de la guerra, de la fuerza, de la sabiduría etc.
Así los cristianos y católicos absorben el paganismo romano y reemplazan el panteón de dioses, por los santos. Deciden situar a un santo que estará a cargo de alguna característica o categoría. Como los romanos tenían un dios específico para cada ciudad, la iglesia católica provee de santos patrones a las ciudades.
¿Dónde está la esencia de la religión católica? llegué a preguntarle, y me respondió: sería tanto como retrotraernos al principio de la humanidad y por ende al de todas la religiones. Todas se han apoyado en otra previa y adaptada a la necesidad del momento para mantener las prebendas como intérpretes de las manifestaciones de Dios.
Nunca ha sido bueno que el hombre se supeditara a las filosofías religiosas, se adocena y queda limitado su libre albedrío. Someterse a los mandamientos del dirigente religioso solo puede esperar manipulación y acercamiento al deseo único e individual, y nunca para el hombre a quien le han preparado y educado para temer a Dios.
Entones, volví a preguntarle ¿Todo cuanto escuché de los curas es..?, me interrumpió, ¿mentira?, no, todo no, pero la mayoría. La gran mayoría sí lo es. Al menos la católica es una construcción con antecedentes del paganismo, adaptadas para dulcificar y atraer a creyentes, sustituyendo el politeísmo con el monoteísmo, pero con idénticas y copiadas costumbres y características. Te comentaré otra historia, me señaló.
La ciudad de Roma era el centro de gobierno del imperio romano. Los emperadores vivían allí y el Emperador Constantino y sus sucesores, concedieron la supremacía del obispo romano, como papado, a quien dieron su apoyo como el supremo gobernante de la iglesia. De tal modo que la sede del gobernante del imperio romano y la sede de la religión se encontraran centrados en la misma ciudad. Hubo conflictos al resistirse a la idea de que hubiera un obispo romano supremo y fuera elevado a esa supremacía a través de la influencia de los emperadores. Sin embargo tras el colapso del imperio romano, los papas tomaron el título que había pertenecido a los emperadores, Pontificus Maximus.
Debes tener en cuenta que la iglesia católica niega con rotundidad el origen pagano de sus creencias y prácticas. Las disfraza bajo capas de complicada teología. Niega su origen pagano tras una máscara, la de la tradición eclesiástica, ajena a la Biblia. Así pues la iglesia católica es un trágico compromiso del cristianismo con las religiones paganas que la rodeaban. Era mayor el esfuerzo y el tiempo que debían emplear en intentar convertir a los paganos. Hace algo más práctico, cristianizar las religiones paganas y paganizar el cristianismo. Mezcla las diferencias y borra las características distintivas, para hacerse atractiva a la gente del imperio romano. Nace durante el imperio con capital en Roma y así se convierte en la religión suprema en el mundo romano durante siglos. Del mismo modo, no admiten que el resultado fue la más dominante forma de apostasía del cristianismo, olvidando el evangelio como proclamación de la palabra de Dios. Y añado mi opinión personal, no creo que su Dios tenga nada que ver con lo hecho en el pasado, el presente y el futuro, es obra únicamente de sus dirigentes, que han construido desde aquella época la primera multinacional del mundo. Han controlado la cultura, a los dirigentes, reyes y mandatarios de todo tipo que apoyándose en ellos, han dominado y subyugado a los hombres. Han cometido crímenes en nombre de Dios para obtener propiedades y bienes. Tienes el ejemplo más cercano, el del dictador en España.
Me quedé anonadado. Me costó muchos días entender todo aquello. Pero entonces surge de manera directa una pregunta simple. ¿Entonces usted es ateo, no cree en Dios? le pregunté. Aquel día me respondió que la semana siguiente comentaríamos el concepto agnosticismo.
Días después seguimos con mis preguntas y sus respuestas. Escucha, me dijo, soy agnóstico. Personalmente no creo ni niego la existencia de dios, o de dioses. En cuestiones intelectuales, sigo mi razón tan lejos como pueda llevarme, sin importarme ninguna otra consideración. No pretendo sean ciertas las conclusiones, que o no han sido demostradas fehacientemente o simplemente no son demostrables. Así pues desconozco la existencia de Dios y la posibilidad de conocerlo.
Dos semanas después y tras muchas horas de escuchar supe que me estaba convirtiendo en agnóstico. Un joven a quien aquel hombre tras revisar mi intelecto, me recetó algo que me ayudaría a ser melómano. Cuando un día me recibió en su casa de Madrid, me transmitió su deseo de hacerme un obsequio al finalizar el estudio sobre mi intelecto. Un paquete fino y envuelto en papel marrón me reservaba un disco de vinilo. La obra grabada, la quinta sinfonía de Ludwig van Beethoven. Me dijo, debes escucharla al menos una vez por semana, te ayudará. Lo hice durante meses y en más de una ocasión cada día.
Cuando escucho en vivo o en disco esa sinfonía, recuerdo con cariño las horas y días que pasé a su lado y descubrí algunos conceptos que nadie, salvo él, supo aclararme. In memorian.
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