En memoria de mis Madre y Abuela.
La familia Rodríguez Pozuelo compuesta por Damiana, Baltasar y sus once hijos, entre los que se encontraban mi Madre y mi madrina, fueron evacuados de su pueblo por temor a ser muertos, como tantos otros ciudadanos, cuando las tropas golpistas avanzaron sobre el Madrid republicano.
Sus vidas agrícolas hasta entonces habían sido tranquilas, aunque les faltaran muchas cosas. No eran conscientes de sus derechos como ciudadanos. Cultura, alimento de la mente y pan para su cerebro.
Mi abuela Damiana, cuando yo era niño, me contaba anécdotas. Yo le dejaba algún libro de mi biblioteca para calmar su sed de cultura y ella me concedía una anécdota de su vida. Una de ellas quedó grabada para siempre. Decía:
Cuando salimos del pueblo, obligados por los bombardeos, lo hicimos con lo puesto. En un atillo de sarga negra, echamos cuatro panes, dos chorizos y poco más. Tu abuelo caminaba al frente, detrás de él todos los hijos varones. Unos pasos más atrás íbamos las mujeres. Caminé acompañada por tu madre, tu madrina y Sara, la mayor de las tres. Aunque poco después, el mas pequeño de mis hijos, tu tío Ramón, se nos unió. En un momento pedí a mis hijas que no miraran atrás. Se veían columnas de humo, llamas de casas destruidas y gritos clamando ayuda que no se oían. Tu madre preguntó:
-¿Qué ocurre madre? ¿Qué es ese ruido y humo?
-Es la guerra, hija -respondí.
Fue entonces cuando escuché decir a tu madre.
-Pues si es la guerra, será mejor meternos debajo de un puente y cuando pase, volvamos a casa.
-Claro hija, buscaremos ese puente. Ahora debemos seguir caminando -respondí a su inocente frase.
El puente lo encontramos en Alicante, bastantes días después, cansados, hambrientos, sucios. Con los sentimientos rotos y las manos vacías. Menos mal que no perdí a ningunos de mis hijos.
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