¡Nadie te separará de la tierra! Escuchó en más de una ocasión Gil Gómez de Valbuena, su jefe.
Era el mejor limpiador y eliminador de la banda que dominaba el norte de la ciudad. Los intentos de unirse con la que dominaba el sur no cesaban. Las escaramuzas se sucedían, los muertos de la primera y las reuniones para dilucidar la situación, también.
El entorno llevó a ambos grupos a un peligroso enfrentamiento, por eso el comisario responsable de la división encargó al mejor de sus hombres Santiago Becerril, acabar con los asesinatos diarios. Los medios de comunicación y la Jefatura lo pedían a gritos.
Cuando el inspector Becerril acudió a ver el último de los asesinatos, encontró el cuerpo cubierto con una sábana. Descúbranlo —pidió. Se horrorizó. Quien fuera Gil Gómez estaba atravesado por una viga de hierro a la altura del pecho. De un bolsillo sobresalía una nota: ¡Nadie te separará de la tierra traidor!
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