Nunca quiso a una mujer por compañera. Su intuición le exasperaba, pero aceptó a Celia, recién incorporada de la academia de policía.
Los asignaron buscar a un sospechoso de asesinato. En los primeros pasos llegaron hasta un chalé a las afueras de la capital. Se turnaron para vigilarlo. Una noche algo les hizo acercarse al edificio. Entraron al ver la puerta abierta y encontraron el cuerpo del sospechoso tendido en el suelo boca arriba.
Celia extrajo su arma y gritó ¡cuidado, puede estar fingiendo! El no hizo caso, se acercó para comprobar su estado. Al apoyar una rodilla en el suelo, el hombre se incorporó, le asestó un puñetazo, apuntó con un revolver y disparó atravesándole el hombro derecho. Celia en ese momento le apuntó con su arma y disparó al sospechoso hiriéndole de muerte. Él la miró diciendo, gracias de no ser por ti ahora estaría casi muerto
Espera. Recogió el revólver del sospechoso apuntó a su compañero y dijo: No me gusta la palabra casi —y apretó el gatillo.
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