Siguen las entrevistas con el protagonista principal de mi serie policíaca.
# 4
He retomado la sana costumbre de entrevistar al personaje más importante de cuantos he creado escribiendo mis novelas. Bueno en realidad diré que es otra conversación entre autor y personaje, con la sana intención de dar a conocer la intrincada vida que lleva en las aventuras que protagoniza.
Como en anteriores ocasiones solo he tenido que abrir la carpeta Obras en mi ordenador y luego la que cuelga de ésta, Novela Negra, Serie Roberto HC. Ha debido advertirlo, pues de inmediato nos hemos puesto a charlar.
R= Roberto HC A= Autor
—R: Ya te vale. Me has tenido una buena temporada en silencio. Oculto y sin poder opinar sobre mis investigaciones.
—A: Lo siento, pero no siempre se puede hacer cuanto uno se propone.
—R: ¿Muy ocupado?
—A: Bastante.
—R: ¿Y eso?
—A: Se puede decir que realizando intentos para publicar tus casos investigados. Por cierto, que la última novela que protagonizaste, acabo de presentarla a un concurso literario. Por mi cuenta, ya que la agente literaria que me representaba no da señales de vida.
—R: ¿Eso es bueno?
—A: Supongo que sí. Al menos para mí como autor.
—R: ¡Vaya! ya ha vuelto a salir tu vanidad.
—A: Todos lo somos querido Roberto. Tu también eres vanidoso.
—R: ¿Es un reproche?
—A: Ni mucho menos. Pero vayamos a lo importante. En este caso tú y la última aventura.
—R: Antes debes explicarme algo primordial para mí.
—A: ¿Qué es?
—R: Acabas de decir, tu última aventura. ¿Debo entender que desapareceré en la serie?
—A: Me vas permitir no responder. Antes de que vuelvas a preguntar, te diré que la razón es obvia. Desde éste escaparate ni puedo ni debo adelantar acontecimientos. Supongo que lo entiendes.
—R: Pero a mí si puedes decírmelo, soy tu protagonista.
—A: Debo insistir. No voy a responderte.
—R: ¿Entonces que pretendes con la charla de hoy?
—A: Algo muy simple, volver a la primigenia idea. Al día en que iniciamos estas charlas. Y no era otro motivo que el de responder a cuestiones que se plantean algunos de los lectores.
—R: Comprendo. Adelante pues.
—A: Entonces vamos a situarnos de nuevo y pasemos por encima tu situación personal actual. Ya sabes, por aquello de no adelantar acontecimientos.
—R: De acuerdo.
—A: Veamos. Como preámbulo me gustaría dejar medianamente claro que cuando escribo, lo hago con la sana intención de entretener mi propia psiquis. Boris Vian, novelista, dramaturgo, poeta y músico de jazz, francés, tristemente desaparecido en 1959, dijo: En este libro todo es verdad porque yo me lo he inventado y eso es lo que me ocurre contigo. Cuanto haces, dices y vives, es verdad. Y lo es por la única razón de que yo me lo he inventado. Claro que, eso no quiere decir que …
—R: …Que algunas vivencias tuyas se conviertan ocasionalmente en mías ¿No es cierto?
—A: No continúes y vayamos a lo que interesa a nuestros lectores.
—R: Vale, vale.
—A: Pese a que el orden de tus aventuras no coincide con el de las ediciones, prefiero mantener el primero. Así pues, volvamos a la génesis. Tus Doce Casos en Madrid fue como ya comentamos, tu aparición en el mundo.
—R: Si, en efecto, y me hiciste trabajar mucho y variado.
—A: Fue bueno y eficaz para tu posterior continuidad. El resultado fue la publicación del decimotercer caso y primera de mis novelas publicadas Los Vagones del Miedo. Es decir, algo que llena mi vanidad como escritor, verla publicada, en este caso en papel y expuesta en el escaparate de una librería.
—R: En efecto mí querido autor, aunque como ya comentamos, lo pasé mal por ser mi primer caso como comisario.
—A: Supiste sobreponerte.
—R: Es cierto.
—A: Si las dos primeras novelas con tus casos, ya están publicadas, ahora abordaremos la correspondiente al siguiente caso, en ese orden de creatividad. Me estoy refiriendo a La Pérdida del Tiempo. En esa oportunidad opté por publicarla en el nuevo formato del actual siglo, en digital. Supongo que este formato nos ofrezca más oportunidades de seguirnos, de leernos.
—R: ¿Tú crees?
—A: Ese al menos es mi deseo. ¿Recuerdas el caso?
—R: Por supuesto. Claro que mi función en esa entrega literaria, no fue muy activa, le diste más oportunidad a Ignacio, a la sazón inspector.
—A: En realidad por aquellas fechas aún no estaba muy convencido de si ibas o no a continuar siendo el protagonista fundamental de mis novelas.
—R: ¿Cómo?
—A: Si hombre, no sabía si te daría continuidad, o simplemente me limitaría a sacarte en alguna narración, suelta, inconexa. Sin visos de mantenerte como principal protagonista.
—R: Vale, hombre. Muy bien. Es decir, que casi estuve a punto de fenecer sin haber casi evolucionado desde mi nacimiento.
—A: Algo así. Tampoco es para que te pongas así. Soy quien escribe y consecuentemente, quien decide.
—R: Y yo el protagonista que puedo negarme a vivir más investigaciones si lo considero oportuno.
—A: Me parece que estás poniéndote algo, como diría ¿gallito?
—R: Disculpa, pero la primera amenaza ha surgido de ti.
—A: No ha sido tal, solo un comentario que como ves no llegó a convertirse en acción o hecho.
—R: Entonces debo agradecértelo.
—A: No es necesario, pero gracias por la intención. Ahora puedes comentar que te pareció la investigación.
—R: ¿La verdad?
—A: Naturalmente. Sabes que admito todo tipo de críticas.
—R: Personalmente habla poco de mí, apenas aparezco. Teniendo en cuenta que la esencia de la narración recae sobre Ignacio Dobles, no está mal. Claro que podrías haberme dado más posibilidades.
—A: Antes señalé que por aquellas fechas estaba dubitativo.
—R: Entonces bien. La historia entretenida, aunque mis investigaciones son mejores.
—A: Por supuesto.
—R: Sin embargo hay algo que no logro ver con claridad.
—A: ¿Qué?
—R: Hay demasiado vuelta atrás o flashback usando otra terminología.
—A: Son únicamente posibilidades. Trato de escribir con reminiscencias cinematográficas. Además ¿cómo crees que el anuncio de un posible asesinato podría sostenerse?
—R: Vale, ya lo sé, tu eres el escritor, pero me has preguntado y yo te doy mi opinión. Ya veremos o leeremos la de tus lectores.
—A: Es decir, que no te gusta.
—R: Que si hombre. Si me gusta el proceso, y sobre todo el final. Ya sabes, me gustan los buenos finales. Así que ten cuidado con aquellas en las que soy protagonista.
—A: Lo tengo. Y ahora, lo dejamos, debo preparar otro tipo de trabajo. Otro día continuaremos con la siguiente investigación.
—R: ¿Cuál?
—A: Venganza. Reserva de 1996
—R: ¡Ah! esa me gustó bastante. ¿La tienes publicada?
—A: Si.
—R: ¿Y cómo van las ventas?
—A: Esa es otra historia. Ya hablaremos de ello.
—R: De acuerdo. Avísame pronto, me gustan estas charlas.
—A: Lo haré. Gracias.
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